Por primera vez en el año 1958 un oceanógrafo llamado Charles David Keeling consiguió medir con precisión los niveles de dióxido de carbono en la atmósfera. Y descubrió a la vez algo inquietante, desde el siglo XIX estos niveles no han dejado de crecer. Hoy nuestro porcentaje de CO2 es un 40% mayor que antes de la revolución industrial.
La Tierra guarda un registro detallado de los niveles atmosféricos de CO2 en el hielo de los glaciares más antiguos. Durante millones de años estos niveles no han superado el equivalente a 3 moléculas de cada 10.000. El CO2 ejerce sobre el planeta una función reguladora del calor ya que permite que éste entre en la atmósfera pero no que salga de ella, si no tuviéramos CO2 la tierra sería una bola de nieve porque no podría acumular nada del calor del sol, pero si nuestros niveles se duplicaran la vida en la Tierra se vería seriamente afectada.
El actual incremento rápido y sin precedentes de los niveles de CO2 sólo puede atribuirse a los 30.000 millones de toneladas que nuestra civilización expulsa anualmente. Por desgracia, el modelo energético que sostiene nuestra civilización, emite como material de deshecho el principal regulador gaseoso de nuestro clima.
El Cambio Climático se niega por meros intereses
El cambio climático no es el único efecto negativo del empleo de combustibles fósiles pero posiblemente sea el más devastador para el conjunto de la biodiversidad y el que encuentre una peor solución a largo plazo si comienza a retroalimentarse.
Frente a esta perspectiva algunos gobiernos ya han asumido la transición energética como objetivo de Estado. Por ejemplo el gobierno federal alemán adoptó en 2011 el programa Energiewende para modificar su sistema energético. Mientras, otros se aferran a la fase de negación. Puede que algunas personas aun recuerden aquel comentario de Aznar criticando a “los abanderados del apocalipsis” del cambio climático.
Desde entonces hasta ahora hemos comprobado cómo las grandes empresas del sector energético han impuesto sus intereses económicos sobre la transición hacia un modelo energético sostenible y limpio, y presenciado el boicot gubernamental a las energías renovables. Para una parte de la población estas tecnologías aun parecen experimentales y poco fiables, sin embargo las energías renovables también tienen su historia.
Breve Historia de las Energías Renovables
En 1878 Augustin Mouchot presentó en la Exposición Universal de París el primer motor solar. Ganó la medalla de oro, pero poco después el precio del carbón se abarató. La energía solar ya no resultaba interesante y perdió su financiación.
En 1913 Frank Shuman inauguró con gran éxito una planta de energía solar en el desierto de Egipto. Fue el primero en aprovechar la energía del sol a escala industrial. Shuman había calculado que una planta cuadrada de 241km de lado podría abastecer las necesidades energéticas del conjunto de la industria de aquel momento. Países como Alemania e Inglaterra se ofrecieron a colaborar económicamente en su proyecto pero pronto se vio desplazado por el auge del petróleo, un combustible en aquel momento abundante y más barato y fácil de extraer que el carbón. Un año después estalló la primera guerra mundial y sus colectores solares fueron desmantelados para hacer armas.
A partir de 1914 el volumen de CO2 expulsado a la atmósfera siguió aumentando a un ritmo creciente.
Ahora, es el momento de impulsar el cambio de modelo energético y es a la ciudadanía a quien le corresponde liderarlo tomando las decisiones que la empoderen. Frente a la opacidad de un sistema construido entorno a intereses particulares, cada vez más gente se informa, pregunta y se organiza. En agosto de 2012 surgió en Madrid la Plataforma por un Nuevo Modelo Energético de la que EQUO forma parte. A finales de 2014 ya agrupaba a más de 300 organizaciones y miles de personas a título individual. Hoy, está presente en Madrid, Valencia, Canarias, Andalucía, Navarra, Extremadura, Castilla la Mancha, Cantabria, Aragón y estamos trabajando en su creación en Asturias.
Es momento del cambio, porque el futuro será verde, o no será.
Y si todavía no te has convencido, te dejo el documental Oligopoly Off, a cuyo estreno acudimos la semana pasada.