Desde las primeras precursoras a finales del SXVIII hasta hoy, el movimiento feminista ha hecho un esfuerzo constante a través del tiempo por visibilizarse y transmitir a la sociedad un mensaje de igualdad entre los sexos. Sin embargo sigue siendo en gran parte un desconocido fuera de los círculos habituales. La mayoría sólo ha oído que el feminismo concede a las mujeres capacidades y derechos reservados antes a los hombres, lo que deja en el aire muchas dudas que la gente se plantea y luego nos hace llegar de un modo u otro. A veces se trata de preguntas difíciles de responder más allá del modo de sentir de cada persona, pero quiero compartir algunas cuestiones después de conocer a muchas compañeras, y compañeros, que trabajan por el feminismo día a día.
¿Cómo trabaja el feminismo?
En primer lugar ¿cómo avanza el movimiento feminista?. Los cambios culturales profundos sólo se pueden conseguir a largo plazo, a base de esfuerzo, constancia, determinación y compromiso. Por su propia definición el feminismo es una carrera de fondo, una prueba de resistencia en la que el testigo pasa de una generación de mujeres a la siguiente. Nadie puede creerse seriamente que la vida actual cambiará con la militancia. Puedes mejorar algún aspecto, pero cualquier mejora tarda años en ser asumida normalmente por la sociedad. La principal retribución se obtiene a nivel emocional por el efecto reparador de la acción social frente al placebo de la negación ante un sistema injusto; pero esto no significa que no se obtengan mejoras tangibles – al contrario – el feminismo paga puntualmente todas sus cuentas por adelantado porque la vida que llevamos ahora es la herencia acumulada que nos han legado las que caminaron antes.
¿Y cómo son las personas que se unen a esta larga marcha?
Como en otros casos quienes son capaces de enfrentarse a un sistema de poder – con todo lo que esto implica – son aquéllas incapaces de adaptarse a él. La mayor parte de la gente trata de integrarse en el mundo en el que vive, pero no siempre es posible cuando éste contradice los valores personales. Las mujeres feministas no tienen por qué ser las más valientes, ni las más sacrificadas, las más preparadas o las que peor lo pasan, ni tampoco las más dispuestas a plantar cara. Son sencillamente las que no están dispuestas a incardinarse en un sistema jerárquico de poder. Mujeres con suficiente empatía para negarse a abusar de nadie lo que implica también la rebeldía y el coraje de defender sus propios derechos y su dignidad. Como aquellas feministas de la primera ola del SXIX que se forjaron en el movimiento abolicionista de la esclavitud. A su lado, de entre los hombres íntegros que no se someten al poder tiránico de otros hombres, surgen los que empatizan con la causa feminista. En ambos casos personas capaces de cuestionar en pro de la ética el mundo al que pertenecen.
¿Cómo se ve el mundo desde la perspectiva feminista?
Lo que plantea una tercera cuestión. Puede parecer que la tarea de tomar conciencia y denunciar los abusos, las violaciones, el maltrato, la violencia y la desigualdad, es una actividad ingrata y una experiencia frustrante. Pero los problemas existen independientemente de que hablemos de ellos o no. Lo que nos aporta el feminismo es poder afrontarlos de manera constructiva partiendo de la base de que no son inevitables. Lo importante de una teoría crítica no es la deconstrucción de la realidad sino la ventana de oportunidad que abre para que la sociedad avance. Lo más importante del discurso feminista no es la crítica de las relaciones de género tal y como están establecidas sino la reconceptualización que hace del hombre y de la mujer como personas, ambos: seres libres, conscientes, racionales, dueños de su destino. Y ambos: seres sensibles, constructivos, cooperativos y con corazón. Personas que se encuentran en un espacio de confluencia entre iguales para desarrollarse. Y esta visión tan positiva y esperanzadora del ser humano que nos aporta el feminismo es la que permite mirar dentro del abismo que decía Mark Twain y salir indemne.