(Este artículo se publicó en el nº 11 de la revista Tiempo de Cerezas)
“Estamos atrapados en la dinámica perversa de una civilización que si no crece no funciona, y si crece destruye las bases naturales que la hacen posible”. Es una afirmación contenida en el manifiesto Última Llamada, firmado por científic@s y ecologistas españoles en 2014. Por su parte el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático nos advierte año tras año de la necesidad de cambios radicales si queremos evitar las desastrosas consecuencias de un cambio climático descontrolado.
Pero los escasos resultados de la COP26, celebrada recientemente en Glasgow, demuestran, una vez más, que, dentro del sistema capitalista, a lo más que se puede aspirar es a pintar de verde lo de siempre, y que los cambios necesarios son extremadamente difíciles de conseguir. En el terreno social la desigualdad aumenta de manera escandalosa y la destrucción del Estado del Bienestar progresa de forma lenta pero imparable.
Ocurre entonces que vivimos una gran paradoja: la aceptación general de ese capitalismo destructor. El mantra de Margaret Thatcher: “No hay alternativa” (al capitalismo, naturalmente) domina en todo el planeta.
¿Qué le pasa a nuestra sociedad para que seamos incapaces de abordar los cambios que desde el campo científico nos están reclamando? Debería ser el primer tema de reflexión en nuestro mundo, sin embargo, parece que sólo importa a algunas minorías. Desde mi punto de vista, una explicación a esta pasividad social ante la barbarie capitalista estaría en que detrás del sistema económico capitalista hay un sistema de valores, una filosofía, una visión reduccionista del ser humano, el Hombre Unidimensional del que hace más de 50 años nos hablaba Herbert Marcuse. Ese ser humano, para quien la dimensión fundamental de su existencia es la económica, y en lo económico se apoya para alcanzar el objetivo último de los seres humanos: una vida feliz. Y esa visión, dominante en la sociedad actual, es la que nos ata al capitalismo.
Xabel Andrade es sociólogo y enfermero; forma parte de la Mesa de Coordinación de Verdes Equo Asturies.