Normativas, reglamentos, estatutos, protocolos y fórmulas de confluencia….a veces los partidos invertimos mucho tiempo en discutir estas cuestiones. ¿Pero son estos instrumentos tan relevantes? ¿o nos obcecamos y perdemos de vista las metas que de verdad importan?
El crack de 2008 supuso una brusca toma de conciencia por parte de la sociedad acerca de las limitaciones de los sistemas que se autodenominan democráticos pero reducen la participación ciudadana a momentos políticos puntuales.
Se hizo nítidamente visible que la implicación del conjunto de la ciudadanía era fundamental para que la política estuviera al servicio del bien común en vez de servir a intereses elitistas o particulares, y los nuevos valores de horizontalidad, participación y transparencia se convirtieron en la piedra angular de los partidos que pretendían regenerar el sistema democrático.
Difícilmente un partido que no interiorice estos valores como parte de su funcionamiento interno podrá luego implantarlos o tratar de defenderlos desde las instituciones. Pero tras la toma de conciencia inicial de que “quieres cambiar algo”, viene el proceso posterior aún más largo y más exigente de aprender “cómo hacerlo”. ¿Qué es verdaderamente democrático? ¿Cómo se canaliza la inteligencia colectiva para aprovechar su potencial? ¿Qué papel le corresponde a las cabezas visibles de un partido horizontal? ¿Cómo se gestiona la diversidad interna? ¿Cómo se toman decisiones ágiles de manera colectiva?
Los procedimientos, reglamentos y normas que forman la estructura de los nuevos partidos deben responder a estas preguntas. Invertir tiempo y esfuerzo en construir estructuras horizontales y perfeccionarlas es el reto principal de la nueva política. Porque la inercia siempre empuja a reproducir los viejos patrones. Y no basta con reformar los modelos que hemos aprendido, la transformación radical de los partidos es una condición indispensable para la transición hacia una sociedad igualitaria y justa.
¿Pero es siempre útil crear estructuras? ¿O son propias en sí mismas de un sistema vertical que limita la participación? Existen experiencias políticas y dentro de los movimientos sociales que consideran que la construcción colectiva y la creatividad están profundamente relacionadas con la libertad que confiere la ausencia de protocolos y procedimientos. Es una cuestión que se platea asociada a la nueva política especialmente en los grupos pequeños que perciben la «burocracia» como una pérdida de tiempo. Pero no es una cuestión novedosa sino un debate recurrente que ya generó controversias allá por los años 70.
Cuando fue interrogada por esta cuestión la feminista Jo Freeman , publicó un artículo titulado «La tiranía de la falta de estructuras» en el que respondió extensamente. Según sus palabras la producción de normas, la de toma de decisiones, la moderación, la organización…..son actividades que siempre se dan naturalmente dentro de un grupo. La diferencia es que pueden consensuarse de manera explícita o resolverse tácitamente de manera informal sin que el grupo tenga plena consciencia de ello. En este caso resulta mucho más difícil evaluarlas, modificarlas o garantizar que sean racionales y coherentes con el resultado final que se quiere conseguir.
En definitiva, si queremos partidos basados en la cooperación donde cada persona cuente no podemos prescindir de cierta forma de burocracia. Pero todo lo que hagamos tiene que ser coherente con los valores que queramos defender. No es posible, por ejemplo, defender la horizontalidad y hacer unas primarias a medias. Esta coherencia exige tiempo y capacidad creativa. En EQUO llevamos trabajando en esta línea desde el primer día para ofrecerle a la gente credibilidad y confianza.