Artículo escrito por Ernesto Redruello, afiliado de EQUO
El tema de la energía y la factura eléctrica es un tema en constante ebullición. Casi a diario se mantienen debates que ponen en el candelero que ocurre con el motor que mueve al mundo. Pero rara vez estos debates aportan conclusiones de manera fehaciente, y mucho menos unas líneas maestras para reducir las emisiones, aumentar la eficiencia energética, disminuir el importe de las facturas del consumidor (industrial o doméstico) o establecer un plan integral para solucionar el problema.
Asturias no es una excepción a este fenómeno. Llevamos décadas perdidas gastando cientos de millones de euros en unas ayudas a la producción que encima han alimentado redes corruptas. Y tenemos frescos los de casos de Fernández Villa o la compra de carbón a través del Musel a redes internacionales, que luego se vendía como carbón autóctono de la Mina La Camocha. Las labores extractivas a cielo abierto han supuesto la destrucción de zonas completas cuyo futuro ha quedado arruinado. Mientras un pequeño grupo de personas se llevaban el dinero público manteniendo sectores ineficientes sin concienciar a sus habitantes de que con ese dinero, se podían buscar otras vías de reactivación tanto energética como económica y por ende de cohesión social.
En Asturias, el carbón es la energía más utilizada con diferencia, pues supuso 6244 GWh en el año 2014, según datos de Red Eléctrica de España. Por detrás se sitúo la hidráulica rozando los 2000 GWh y a continuación la eólica, con 1141 GWh. Hemos totalizado en Asturias 10341 GWh de energía consumida, frente a los 258117 del total de España, es decir, un 4% del consumo español. Parece lógico pensar por tanto, que en una Comunidad como la nuestra, la hidráulica, la eólica y la cogeneración deberían ocupar un papel más importante, incluso la fotovoltaica, a pesar del impuesto al sol del Gobierno del PP.
Según el Ministerio de Industria, desde 2008 se ha reducido la dependencia energética del exterior. Recordemos que, la energía que se vierte al sistema, es resultado de las tecnologías que pueden ser utilizadas en cada momento, y que por tanto pueden estar activas para ponerse en funcionamiento. Y ante este escenario, las condiciones meteorológicas juegan un papel fundamental: precipitaciones, viento, ciclo hidrológico, temperaturas registradas, y procesos anticiclónicos o generación de borrascas son factores exógenos que influyen en el modelo.
«Ninguna tecnología de producción de electricidad puede pretender ser la menos cara en todas las situaciones», subrayan la AIE y la AEN. De repente, sorpresa. La energía más utilizada para cubrir la demanda en 2014 en España ha sido la nuclear, con 57376 GWh, seguida de la eólica y el carbón con 51026 y 46480 GWh respectivamente. Y del total de carbón utilizado en España, alrededor del 20% es quemado en Asturias. ¿Cómo entonces, según las palabras del PSOE, puede subir el precio de la energía si se consume menos carbón sustituyendo este último por otras energías más limpias?
El problema mayoritario del estado español ha sido la excesiva capacidad instalada, sobre todo en centrales de ciclo combinado, caras e ineficientes a la hora de ponerse en marcha. En 2014 eran ya el 24,8% de la capacidad instalada total. Si bien es cierto que el 22,3% de esa capacidad instalada total corresponde a parques eólicos, el problema fue el uso especulativo que se hizo de su instalación y de las primas pagadas por el Gobierno a las eléctricas, innecesarias ante una energía que puede competir en los mercados sin ningún problema, pues ha cubierto el 20,3% de la demanda energética generada en 2014, frente al 8,5% del ciclo combinado. Calculen ustedes la rentabilidad.
Comenzó en 2008 un ficticio mercado libre de la electricidad que significó en la práctica la aparición del denominado déficit de tarifa y mucha opacidad sobre quiénes son los verdaderos actores del mercado eléctrico. Tanto que el precio medio – tomando la media aritmética- de la electricidad en ese año se sitúo en 64,45 €/MWh, uno de los precios más abusivos jamás vistos. Cabe reseñar que en 2009 el precio medio se sitúo en 36,97 €/MWh, muy inferior al registrado el año anterior. Sin embargo, los años sucesivos los precios sufrieron una escalada hasta situarse en los 47,26 en 2012. Con las pequeñas correcciones chapuceras introducidas por el Gobierno a modo de parche en la subasta eléctrica, en los años 2013 y 2014 los precios han registrado una ligera disminución, hasta situarse en 44,19 y 41,97 €/MWh respectivamente.
¿Pero cuáles son los componentes del precio de la energía?
Según Red Eléctrica de España, un 43% corresponde al Mercado Eléctrico (OMEL) y el 57% a la parte regulada. OMEL es el operador que realiza las subastas eléctricas y por tanto el encargado de fijar los precios en el mercado. La parte regulada comprende el resto de actividades – transporte, distribución y comercialización- que el Gobierno introduce de forma enmascarada en la factura como costes adicionales, ajustes y pagos por capacidad. Aquí se encontrarían:
- Las primas a la cogeneración y las renovables
- Las subvenciones al carbón (4,84% de la factura)
- La moratoria nuclear que hemos terminado de pagar este mes y que supone 5000 millones a los españoles
- Costes extrapeninsulares por 1.800 millones de euros
- El mal llamado ‘Plan de Ahorro y Eficiencia Energética’
- Costes Transición a la Competencia (10.000 millones)
- 30.000 millones del déficit de tarifa
- Pagos por capacidad, que suponen otros 10000 millones
- Costes de interrumpibilidad (700 millones de euros)
En consecuencia, los ciudadanos hemos pagado más de 30.000 millones ilegítimos en nuestra factura de electricidad. Todo esto en un sector que funciona como un verdadero oligopolio, con barreras de entrada muy estrictas y con una elasticidad de demanda demasiado rígida para una variación en los precios tan alta. Y a todo esto súmenle el coste de almacenamiento de los residuos nucleares y la gestión de stocks de combustible nuclear, además de la carga fiscal que vuelve una vez más a ahogar a los contribuyentes: Pero luego hablar de pobreza energética y de privación de derechos fundamentales es demagogia.
Según un informe de la Agencia Internacional de la Energía (AIE), en 2011 en Norteamérica la nuclear supone un poco menos de 50 dólares por megavatio, frente a los algo más de 60 dólares de media de las instalaciones eólicas, de los algo más de 70 dólares (también de media) para las centrales térmicas de carbón y de los poco más de 80 dólares de las térmicas de gas. En Ásia-Pacífico la nuclear es todavía más barata, con menos de 35 dólares por megavatio, comparados con los algo más de 60 del carbón, los casi 70 de la eólica y los alrededor de 85 del gas. La atómica representa en Europa unos 60 dólares de media por megavatio, frente a los 80 del carbón, los 90 del gas y los 120 de la eólica terrestre.
Esos resultados «varían enormemente de un país a otro, incluido dentro de la misma zona geográfica», advierten los autores del documento, que también señalan «una cierta incertidumbre». Las otras energías renovables «se encuentran por ahora al margen de esta horquilla, aunque se esperan reducciones de costos significativas con su desarrollo, en particular para la solar foto-voltaica de carga intermedia», añade el organismo dependiente de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE).
La transición energética no va a venir por la compra de derechos de emisión de carbono ni por los insuficientes pasos dados en las sucesivas Cumbres del Clima y su epílogo llamado Protocolo de Kioto. Resulta una aberración ver como ciertas naciones prefieren gastar para emitir, en lugar de romper el circuito cerrado de la comercialización y destrucción del Medio Ambiente.
Reducir consumo, de acuerdo a una estrategia energética integral y sostenible, teniendo en cuenta todas las energías. Ese es el verdadero caballo de batalla, en el cual la participación es clave para comprometer a la gente. Se están dando pasos para el autoconsumo, y para las compras colectivas. Tengamos en cuenta que en España la intensidad energética – relación entre energía necesaria por unidad de PIB- es baja y puede seguir siendo así si actuamos de manera responsable. Y hace unos meses hablábamos en esta misma tribuna del ejemplo de Loos-en Gohelle.
Además, las tecnologías más impactantes no asumen los costes sociales y medioambientales de su operación, lo cual las llevaría a ser aún más costosas y claramente una opción a descartar frente a las energías renovables, que unidas a programas de ahorro y eficiencia harían del sistema energético una opción sostenible y de futuro. Numerosos estudios demuestran que la opción más barata a medio y largo plazo es la inversión en este tipo de medidas, y no, como establecen las distintas administraciones, seguir potenciando un modelo basado en el derroche y la contaminación.
Según el Informe Mundial de la petrolera BP en 2014, los combustibles fósiles (petróleo, carbón y gas) siguen siendo la fuente de energía más utilizada para responder a la demanda energética, aglutinando un 86,3% del total, mientras que las renovables solo suponen el 2,5%.
EQUO Asturias apuesta por las energías renovables. Éstas también generan trabajo, pero de calidad y con proyección de futuro. No podemos seguir manteniendo unas centrales térmicas que nos convierten en una zona profundamente contaminada y que no tienen porvenir. Desde la Junta General y los ayuntamientos trabajaremos por un cambio de modelo energético basado en la soberanía, las energías renovables, el ahorro y la eficiencia
Con la energía y el Medio Ambiente ocurre como con el resto de disciplinas: depende del cristal con que se mire.