Artículo escrito por Jorge Coque
Jorge Coque es Profesor de Organización de Empresas en la Universidad de Oviedo y miembro del comité de evaluación de artículos de varias revistas especializadas. Es autor de diferentes publicaciones y coautor de capítulos de distintos libros relacionados con la problemática y potencialidad de las organizaciones participativas. No tiene ninguna vinculación con EQUO.
Esta intervención en la sesión sobre economía dentro de la jornada organizada por EQUO el 21 de marzo de 2015 pretendía resumir el trabajo iniciado en el año 2012 por la profesora Pilar González Torre y yo mismo, cuando comenzamos a analizar el funcionamiento del Banco de Alimentos de Asturias.
La crisis global actual afecta directamente a los países industrializados y de forma más indirecta y grave a los países pobres. Una de las consecuencias evidentes es que 925 millones de personas corren riesgo de desnutrición y que la población de 2050 (estimada en unos 9.000 millones de habitantes) requeriría un incremento del 70% en el abastecimiento de alimentos. En España en particular, el 21,6% de la población es considerada pobre al percibir anualmente ingresos inferiores a 7.040 euros y esta cifra empeora año tras año. El último Informe de la Realidad Social de Cáritas arroja datos alarmantes: la pobreza severa, que incluye tanto malnutrición como desnutrición, alcanza ya a tres millones de personas.
Un tercio de los alimentos se desperdicia
En paralelo a ese panorama de necesidades insatisfechas, cerca de un tercio de los alimentos que se producen cada año para el consumo humano (unos 1.300 millones de toneladas) se pierden o desperdician. El problema del desperdicio de alimentos se acentúa en los países industrializados, donde, en la mayoría de los casos, es originado tanto por los minoristas como por los consumidores, que arrojan alimentos perfectamente comestibles a la basura. En Europa hasta el 50% de los alimentos sanos se transforman en residuos a lo largo de la cadena agroalimentaria.
Como respuesta a esta realidad, los bancos de alimentos son organizaciones sin ánimo de lucro basadas en el voluntariado cuyo objetivo es recuperar excedentes alimenticios y redistribuirlos entre las personas necesitadas a través de otras entidades no lucrativas. Sus actividades incluyen, por un lado, la búsqueda y captación de alimentos procedentes de excedentes y donaciones, para su posterior distribución entre las organizaciones necesitadas y entidades sociales benéficas o asistenciales, y, por otro, la concienciación y sensibilización contra el despilfarro y las desigualdades sociales mediante la captación de voluntariado y recogida de alimentos. Los bancos no se encargan de la entrega directa de la comida a la población necesitada, sino de distribuirla entre instituciones de ayuda social –altruista o autoayuda según los casos-, que tienen contacto con los colectivos más desfavorecidos de la sociedad.
Conociendo Los Bancos de Alimentos
Entre 2012 y 2013 nos planteamos conocer la situación actual y el funcionamiento de los bancos de alimentos en España (BAE), describiendo tanto el panorama general como las potencialidades que muestran, con especial atención a los aspectos logísticos de su gestión, analizando diversas cuestiones relacionadas con su actividad cotidiana, los recursos (humanos y materiales) con los que cuentan, las relaciones entre ellos y con otras entidades (como los donantes y las beneficiarias), entre otras. Con este análisis se pretendía plantear propuestas de mejora que facilitaran el aumento de los servicios proporcionados por estas entidades así como su entendimiento.
Dado que se trata de una población objetivo relativamente amplia, existen un total de 55 bancos de alimentos repartidos por todo el territorio español, se consideró la encuesta como la metodología de investigación más adecuada, obteniéndose una tasa de respuesta cercana al 80%. Los resultados de ese estudio mostraron la relevancia social y medioambiental de los BAE, pues abastecen a bastante más de un millón de personas a quienes entregan anualmente un volumen superior a los cien millones de kilos de comida. Por cada banco, eso supone una recuperación de unos 5 millones de euros por año y una reducción de más de 200 mil toneladas de CO2 que hubieran sido emitidas a la atmósfera. Con la crisis económica, las necesidades y el número de beneficiarios han crecido, pero los bancos han sabido adaptar su tamaño y estructura de gestión a tal circunstancia, lo que resulta aun más admirable cuando se contempla que de sus plantillas el 80% son personas voluntarias.
Los años siguientes hasta el presente hemos ido avanzando en el análisis de las relaciones de un banco de alimentos con sus entidades beneficiarias. Dentro de ellas, hay dos tipos: las entidades de consumo, esto es, las que procesan los alimentos para servirlos dentro de sus instalaciones (caso de un albergue de transeúntes o una cocina económica), y las entidades de reparto, las que entregan los alimentos a diferentes colectivos para que sean estos quienes los cocinen (como una parroquia o una organización de inmigrantes). Respondiendo al cambio producido durante la crisis en el perfil de los colectivos pobres a los que se han sumado muchas familias procedentes de la clase media, las entidades de reparto han crecido más que las de consumo.
También hemos comenzado a estudiar el “aguas arriba” de la cadena logística, esto es, la posibilidad de incrementar la cantidad y calidad de los productos que reciben los bancos de alimentos. Así, estamos analizando los mercados de abastos asturianos como potenciales fuentes de productos. Del mismo modo, investigamos en las razones de las empresas donantes para entregar alimentos, desde una óptica de Responsabilidad Social Empresarial. Últimamente, mientras seguimos mejorando nuestro conocimiento de las familias y otras unidades de convivencia beneficiarias del Banco de Alimento de Asturias mediante encuestas, hemos comenzado a abordar posibles mejoras del sistema en conjunto mediante el diseño de herramientas informáticas para la gestión centralizada que incrementen la coordinación entre los diferentes agentes que intervienen en esta cadena logística.
Finalizo con unas preguntas que pretenden suscitar el debate:
- ¿Son las entidades sin ánimo de lucro los agentes más adecuados para abordar este tipo de problemas?
- ¿Qué otros agentes deben intervenir?¿Cómo?
- ¿Debe potenciarse la generación de empleo en este ámbito?
- ¿Interesa a las empresas donar alimentos?
- Desde una óptica más políticamente comprometida de soberanía alimentaria, ¿es la recuperación de alimentos la mejor solución para evitar el hambre?