Desde la Rede EQUO Muyeres d’Asturies agradecemos la invitación de la Secretaría de Igualdad de Izquierda Unida de Asturias, para participar el 20 de octubre en el DesObedientes, festival reivindicativo promovido por el Partido de la Izquierda Europea y la Fundación por la Europa de los Ciudadanos.
Durante el mismo colaboramos en la lectura conjunta de un escrito de denuncia sobre la precariedad laboral femenina. Intervinieron en la lectura Nidia Gómez, secretaria de Igualdad de Izquierda Unida de Asturias; Jara Cosculluela, responsable de Feminismos y Diversidá de Podemos; y por nuestra parte acudió nuestra coportavoz Eva del Fresno.
Te dejamos a continuación el texto completo por si quieres leerlo. Es la historia de una mujer llamada María.
MARÍA
María es una chica de 23 años, hace uno que acabó sus estudios superiores, y como muchos jóvenes de su edad no encuentra trabajo de lo suyo.
Desde pequeña siempre le gustó la tecnología, montar y desmontar piezas, las herramientas le encantaban… Pero siempre escuchó un “deja eso que es para chicos”, “no prefieres jugar con otra cosa menos peligrosa?”, y le fue calando la idea y sintiéndose cada vez más insegura de que el mundo técnico no fuera realmente para ella.
Por eso, cuando acabó el instituto, decidió estudiar magisterio, mucho menos peligroso, mucho más relacionado con los cuidados, mucho más de chicas.
Y ahora se encuentra con que no puede trabajar de eso en lo que se ha esforzado en estudiar durante 4 años.
Pero María quiere trabajar, quiere ser independiente, y por eso tiene un trabajo de camarera, donde está contratada a media jornada, pero trabaja 12 horas al día, no se respetan sus derechos laborales, y además gana una misera. Por otro lado, su contrato es temporal, de tres meses, por lo que vive con la incertidumbre de qué ocurrirá cuando este tiempo pase.
A esta situación, hay que sumarle que cuando está trabajando son muchos los comentarios que tiene que escuchar a lo largo del día sobre “lo guapa que estás hoy”, “sonríe un poco, bonita!”, y un sin fin de miradas que la radiografían de los pies a la cabeza.
Así que María se pasa todo el día trabajando, pero el salario no le da para irse de casa de sus padres, y poder emprender una vida realmente independiente. Como todos los jóvenes de su edad, el trabajo que tiene es precario, y no tiene acceso a una vivienda.
Van pasando los años, y ahora María ya ha cumplido 30, y hace un par de años que ha encontrado trabajo de lo suyo, aunque tampoco de una manera estable, sigue enlazando contratos temporales.
Sus condiciones laborales tampoco han mejorado mucho, y sigue trabajando muchas horas al día. Su situación sí ha cambiado, y es que ahora ya vive sola, bueno, sola no, con su novio.
Y eso, en vez de suponer la independencia que tanto quería, sólo supone que tenga una carga extra de trabajo, y es que después de acabar su jornada laboral, le toca llegar a casa y continuar con todas las tareas del hogar. Su novio no hace gran cosa, siempre viene muy cansado del trabajo (aunque algunos días acabe antes que ella), y cree que hacer alguna cosa puntual y cuando se la piden, es dividir las tareas del ámbito doméstico.
Pasado un tiempo, María se queda embarazada, y como su contrato era temporal, resulta que no se lo renuevan.
María se queda en paro, se siente frustrada, pero toda la gente de su entorno la anima diciendo: “bueno mujer, no te preocupes, es normal, y además ahora te viene hasta bien, que así puedes cuidar del bebé”.
Y efectivamente, así ocurre durante el tiempo siguiente, María no consigue encontrar trabajo, y menos aún que sea compatible con los cuidados de su hija.
Intenta apuntarla a una escuela de 0-3, pero no lo admiten porque no hay plazas suficientes…
Pasan los años, y lo único que consigue son trabajos como los de antes, medias jornadas, contratos temporales, en otro ámbito, pero las mismas condiciones. Su frustración crece, es imposible sentir una sensación de estabilidad cuando no sabes cuánto vas a durar en cada trabajo, y con un salario que no te da para vivir.
El tiempo sigue corriendo, y la situación no mejora. Sus padres se hacen mayores, y uno de ellos enferma, y tiene que cuidarlo.
Ya no sabe si por suerte o por desgracia, su hija ya es adolescente y ya no tiene que encargarse tanto de ella, pero ahora se le abren nuevos frentes.
Cada vez su hija es más independiente, y sus padres más dependientes… María, ya no se molesta en buscar trabajo, porque con el que tiene en casa, ya le ocupa todo el tiempo.
Pasan los días, los meses y los años, y María ya se ha hecho mayor, ya tiene 70 años. Ahora es viuda, y como era de esperar no pudo jubilarse con una pensión digna.
Tiene que vivir con unos 400 euros al mes, y aún no ha dejado de trabajar, ya que ahora se encarga de cuidar a sus nietos, mientras su hija tiene que conciliar entre la precariedad laboral, y la doble jornada al llegar a casa.
Ahora, María ya no se siente frustrada, se siente triste y avergonzada, porque con lo que tiene no puede hacer ni pequeños regalos a sus nietos cómo le gustaría, ni tan siquiera puede poner la calefacción en invierno… y de ninguna manera quiere suponer más trabajo a su hija.
Después de toda una vida de esfuerzo, de trabajo y de sacrificio. Después de toda una vida de precariedad, María va a morir en la pobreza.
Por desgracia, existen muchas Marías que cada día se levantan por la mañana para mover el mundo con su trabajo.
Por ello, queremos denunciar toda esta precariedad que nos afecta en mayor medida a las mujeres, que sufrimos una condición de doble explotación. Y queremos exigir unos salarios dignos e iguales, que acaben con esta pobreza que nos castiga.
Y queremos una sociedad que nos proporciones las mismas oportunidad y las mismas condiciones, queremos que la conciliación y el reparto de tareas de cuidados y de ámbito doméstico sea un reparto realmente igual entre hombres y mujeres.
Queremos educar a la sociedad para acabar con estas situaciones de desigualdad dramáticas, para construir un futuro feminista que nos permita ser libres e iguales.
Por eso hoy nuestra batalla está clara: luchamos contra el patriarcado, porque tenemos derecho a vivir una vida digna.